y voy por otros ocho más
Realmente no me gusto mucho la etapa del bachillerato por ser la niña problema no del salón sino del colegio entero, lo contradictorio y extraño es que cada mañana amaba ir al colegio a pasar el día, por que de estudio no mucho.
Para el 2008 ya me había adaptado de todos los traslados de ciudades que sufrí a lo largo de mi adolescencia, me encontraba en noveno grado en un colegio llamado El Hontanar en Bogotá, y mal que bien iba pasando el año (con ayuda claramente). Siempre me repetía que ninguna de las materias que perdía porque no me gustaban me iban a servir en mi vida profesional, pero al final en la recuperación debía sacar la nota mas alta para no tirarme el año, sorprendentemente cada año lo lograba, pero esa era solo una parte, la realmente importante era la disciplinaría, mi mamá dice que tuve matricula condicional desde cuarto de primaria y de ahí en adelante nunca falte en ese aspecto.
Logre graduarme de noveno cuando en diciembre recibo la trágica notica que mi papá había sido nuevamente traslado a la ciudad que en esa época de rebeldía y por estar rodeada de rolos odiaba, Medellín.
Todo fue extremadamente traumático, pues antes de salir a vacaciones me había tatuado varias partes de mi cuerpo y lo tenia aun oculto de mis papás, no se notaba ya que gracias al frio de la capital colombiana vivía con sacos.
La noche anterior al viaje solo pensaba “jueputa! ¿Ahora como le voy a decir a mis papás?” gracias a la vida nos encontrábamos en la casa de mi tía preferida y a eso de la media noche le dije a mi mamá que tenia que contarle algo, ella, como toda buena madre paranoica que siempre ha sido me dio tres opciones: que estaba embaraza, que había botado nuevamente el celular o que había perdido el año, yo estaba extremadamente asustada por contarle, pero cuando escuche la tercera opción, la mire y le dije que si ella creía que yo lloraría por perder un año.
Me abrazo con calma y me dijo que lo contara, yo le dije “Ma es que tatue”, su respuesta me sorprendió, me dijo bueno ya que muéstramelo, y yo le dije “No ma, es que no es uno, son 10”.
Si esa mujer no calma a mi papá ese señor me mata! Estaba histórico, colorado, le temblaba la mandíbula; nadie durmió esa noche, pero lo mejor fue cuando llegamos a Medellín, me enferme como nunca, me dio una amigdalitis con faringitis y todas las otras itis que se puedan imaginar, cuando fui a urgencias mi papá le echaba la culpa a los tatuajes, gracias al señor la doctora logro hacerlo entrar en razón y explicarle que una cosa no tenia nada que ver con la otra.