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Filmografía de los antiguos cinemas

 

Cuando las palabras cines, teatros e Ibagué se juntan, es inevitable pensar en el centro de dicha ciudad, donde las calles se iluminaban de marquesinas, inmensos anuncios, y cientos de expectantes que esperaban por minutos un gran estreno que en aquella época era protagonista el maravilloso blanco y negro. Aunque parezca sacado de una película, la particular manera que se utilizaba para  promocionar un largometraje, era un arduo trabajo de una persona, que sin importar el peso de anuncios con borde de madera que se volvían parte de su cuerpo, eran aquellos anuncios promocionales la razón y el inicio del proceso de asistencia al cine,  generando impacto en la población ibaguereña, por medio de una atractiva y picaresca voz que viajaba por un megáfono.

Sin embargo, aunque yo tuve la oportunidad de asistir al Cinema Metropol en el año 2003 no presencie, o no me percate en detallar todos esos elementos que hoy podrían estar nutriendo este reportaje, pero en mi mente siempre prevalecerá aquel cinema Metropol, ya que fue ese el que por decirlo de alguna manera, me indujo al mundo del cine, la primera vez que fui a cine ni me imaginaba como era, uno siempre piensa, pero fue otro mundo cundo entre, me sentí tan pequeña al estar en ese sitio tan gigantesco, me invadía una penetradora oscuridad, y como todo niño tiene traumas en su infancia, debido a la débil luz que se presenciaba en el lugar estaba aterrada así que tome la mano de una compañera y no lo solté hasta que me senté en una rígida silla. Ya al empezar la película se me olvido por completo el miedo, y solo me importaba que iba a pasar en Buscando a Nemo, al llegar a casa no podía parar de hablar tanto de la película como del cinema quede asombrada y no hallaba el momento en volver a repetir dicha experiencia.

Cómo habrá sido las historias de aquellas generaciones que vivieron y nutrieron el comienzo del cine en Ibagué, aunque tengan muy claro cada escenario, apariencia, días de funciones, horarios con todos sus nombre extraños como matinés, Vespertina y nocturna, estas sesiones actualmente no se declaran protagonistas de las horas de reproducción de películas del diverso y tecnológico siglo XXI, ni se percibe ninguna información acerca de los cinemas, ni cuantos eran. Ahora en pleno 2016 los cines se consideran un recurso que lucra un monopolio a nivel nacional, según El portafolio, diario nacional, los cines en Colombia se consideran como un negocio que deja como producto 364.000 millones anuales.

Por lo tanto un gran recaudo sí se genera debido a la industria de los cines, sin importar la época de la que se hable, y aunque muchos crean que el cine en nuestra ciudad inició de una manera ya moderna y edificada, no lo fue así. Realizando mi recorrido por toda esta travesía, y así como lo denomino yo “los antiguos cinemas”, puede notar que la generación a la que pertenezco, aquella que se encuentra entre los 90 en adelante, no recordaba casi nada, de aquellos, reitero, antiguos cinemas, a menos de tener una corta vivencias parecida a un flash back, que muchos pueden describir.

Aunque durante aproximadamente cuatro meses nos propusimos como grupo de futuros comunicadores sociales y periodistas, encontrar información y fuentes sustanciosas para nuestro proyecto, logramos recopilar datos y personajes de suma importancia para nuestro tema a tratar, pero paradójicamente dos semanas antes de terminar el semestre mi grupo, el concejo de redacción, logramos contactar a María Beatriz Ramírez, aunque muchos no conozcan quien es y qué importante rol jugo en mis escritos, fue la única persona que logro aclararnos de cierta manera la cuestión que proponía anteriormente.

“Mi padre Julio Cesar Ramírez, fue el fundador pionero del cine acá en el Tolima, el trajo las cámaras en un viaje que hizo a Estados Unidos” Al expresar estas palabras, María Beatriz Ramírez, reconstruyo inmediatamente el inicio de una historia que duro más de 50 años.

-Conoció el cine por los años 29 o 30, y aproximadamente por esa época trajo unas cámaras de New York, y empezaron con el antiguo teatro Colombia, que quedaba en la… tercera entre 15 y 16. Afirmo la hija del pionero del cine, del reconocido señor Ramírez.

 

Así que el primero fue el Teatro Colombia, no fue el Torres, muchos piensan que el Teatro Torres fue el primero, de esta manera se habría creado cierta incertidumbre, ya que el inicio de mi recorrido de los antiguos cinemas, Alberto Rodríguez ibaguereño de pura cepa afirmo que “yo conocí el Teatro Torres, pero eso fue hace mucho tiempo” ya entrado en años, nos dio hasta mal la ubicación del teatro, el cual se ubicaba donde actualmente se encuentra el Teatro Tolima. Volviendo al teatro Colombia, este se ubicaba en la tercera entre 15 y 16, al pasar un largo rato compartiendo con María Beatriz Ramírez, entre risas y pesares, se evidencia en ella tranquilidad, orgullo y el recuerdo intacto a cerca de los cinemas que eran posesión de su familia. Peculiarmente, el primer teatro en la ciudad poseía unas características un tanto particulares, ya que aquella época o mejor dicho, podría nómbrala como la etapa dorada y colonizadora del cine, sin importar que no se destacara por una muy hecha y arquitectónica edificación, este se destacó por tener una estructura en adobe, prácticamente era guadua con el famoso techo de Zinc, y las sillas, no eran personificadas, individuales y mucho menos con espacio para poner la Cocacola, era unas bancas de madera de aproximadamente 8 metros. Algunos dirán que dicho espacio estaba en condiciones precarias, pero para la autora de este reportaje, fue la cuna del cine, cada guadua, sábana blanca en la que proyectaban y a veces ocurrían accidentes técnicos, hicieron y dieron paso al que fue y es hoy el cine en nuestra ciudad.

 

Y por cuál mente pasaba adquirir un lote baldío y convertirlo en un sitio de socialización y encuentro, solo una persona como Julio Cesar Ramírez, que conocía del tema y conocía la ciudad de Ibagué, y el provecho que podría sacar de todo esto fue inmenso. Pero fue todo esto, cada hora de esfuerzo, lo que abrió las puertas del Ibagué para que fuera bienvenido el cine,  hasta el punto de tener que parar un cortometraje, especificó, ¡un cortometraje el cual era nada más y nada menos que a blanco y negro y sin sonido! Pobre la generación actual de jóvenes, esto sería un crimen, detener los cuantos minutos de entretenimiento, cuando el ganado pasaba frente a todos los espectadores. Ni a comparación del cine de hoy en día, y aunque actualmente Ibagué también este lejos de la tecnología que existen en los países desarrollados, los cines modernos ahora son en 4D, con películas a color, con un sonido que extrémese y causa la sensación de suspenso cuando se ve una película de terror, ahora las sillas son con movimiento y en algunos casos los espectadores son mojados para dar un efecto más realista en las películas.

 

Cada inversión hecha por Julio Cesar Ramírez, que a propósito como símbolo de representación nombraron un teatro, el teatro Julio Cesar, paso a manos de sus hijos el mismo caso ocurrió con Nelly Ramírez, Hermana de Beatriz Ramírez, dándole apertura al Teatro Nelly, y por último se encargó de ellos, de los teatros que se ubicaban en el centro de la ciudad musical, como, Metropol, Doral, Imperial, Julio Cesar, Avenida. Álvaro Ramírez, el gerente de cada uno de los teatros que nombré anteriormente, incursionando el cine, películas, artistas, en fin el séptimo arte, trasmitiendo mensajes a los cine-fanáticos, Al querer promover y evolucionar los cinemas en Ibagué, Álvaro Ramírez presencio que en Estados Unidos los cinemas ya no se ubicaban en un establecimiento en específico sino que se trasladaron a los centros comerciales, aunque era una decisión arriesgada se inauguró el Teatro Real en el primer centro comercial de la capital del Tolima, El pasaje Real, al ser el Cinema Real el más nuevo y moderno, fue el que primero cerro, teniendo solamente dos años de vida útil. Quizás la cultura no habría cambiado para la época, es decir, los ibaguereños estaban tan conformes con el modelo de la época que no le vieron la suficiente importancia de acudir al moderno cine, fue un arma de doble filo querer de una u otra manera cambiar. 

 

Sin embargo, paradójicamente en los años 40 y 50 aproximadamente, aunque al parecer esto no viene al caso, la religión jugaba un papel muy importante en cuanto  a la aceptación de una película o muchas en general, pero según Diomedes Poveda antiguo portero del Teatro Metropol, “La gente como de tradición es católica, iba sagradamente a la misa y el padre criticaba y prohibía ver  largometrajes que eran obscenos, pero eso hacía que la gente fuera a ver la película que prohibían y era cuando más se llenaba”.  Por lo tanto era proporcionar cierta publicidad a las películas, es decir, aquel picante que era atractivo y a la vez el foco de atención para cualquier persona morronga,  que disfrutaba un muy disimulado escote que antes era muy mal visto y negado ante la sociedad, y ahora causa cierta atracción y diversión, aquella atracción que para muchos era armar plan de ir a cine cada jueves cuando llegaba o se anunciaba los estrenos de películas para mayores, como afirma William Ospina lotero de profesión: “Ustedes son muy jóvenes y no sabían cómo era la cosa, el Nelly era donde se presentaban películas pasadas, y se llenaba el Nelly”.

 

Igualmente, no hay que pasar por alto el gran papel que juagaba María Beatriz Ramírez, que como heredera del muy destacado legado del cine en Ibagué, nada más y nada menos que fue dueña del antes Cinema Avenida, ubicado en la 22 con quinta, que actualmente es la morada, donde su dueña conserva diariamente la estructura y los detalles de aquel escenario que alimentaba y daba vida al séptimo arte, aunque en el ya no se proyecten películas como Orgullo y Prejuicio o Lo que el viento se llevó, con una de duración de 3 horas y 58 minutos que alojaba el Avenida,  prevalecen las escaleras que conducían a los palcos, aquellos oscuros pasillos que daban paso a distintas habitaciones en las que laboraban los diversos encargados de aquel cinema, y lo que más me logro impactar de aquel cinema que sin importar que el tiempo pase, si allí como si no le afectara, es aquel cuartito donde anteriormente se posicionaba el protagonista de cada película, el proyector en el que ponían las cintas de 35 milímetros.

 

 Sin embargo, los pequeños rastros del tiempo y de las cicatrices que reviven y reconstruyen aquella vieja edificación, es cuidada por María B como la llaman su familia, quien  llevo más allá la industria del cine en cuanto su círculo familiar, en aquel entonces fue la única que importo películas, nada más y nada menos que hizo parte del festival de Cannes, y adquirió el derecho de películas para Colombia y para otros países como Venezuela y Panamá. Para María Beatriz “uno de los efectos del cine es que el ser humano va a cine y se identifica con uno de los personajes, entones si el cine es bueno como el de Steven Spielberg en color purpura, en la lista de Schindler, las películas de ese tipo, y así hay un mejoramiento en la cultura” estos factores eran los que hacían que ella quisiera al igual que su familia, aportar a cine según su criterio y experiencia tanto personal como familiar.

 

Es decir, todo fue producto de una fuerte asociación familiar, en estos casos se pone en tela de juicio aquel rumor de que los negocios en familia no prospera, que revolucionaron cualquier tipo de filmación o reproducción de un film, como la invitación de personajes reconocidos a nivel internacional. “Mi hermano el señor Álvaro Ramírez, yo creo que es el icono del cine en el Tolima, él siempre estaba en el hall del teatro Imperial o en el Metropol, es un hombre de muy buen corazón,  y en su época dorada trajo e invitó Mario Moreno, ¡Cantinflas¡ estuvo aquí en Ibagué, el vino personalmente por la invitación de mi hermano Álvaro” comparte Beatriz Ramírez. No solo fue una visita esporádica, también se convirtió en un acto de altruismo para los más necesitados, ya que donaron decenas de viviendas, de igual manera cabe resaltar que el señor Álvaro Ramírez en época decembrinas hacia “Matinales” para los niños más necesitados de la ciudad. Quizás esa es la razón por la cual su hermana, recuerda y honra el representativo papel que Álvaro realizo en Ibagué.

 

Como nombré anteriormente, los antiguos cinemas iniciaron gracias a la acción e intervención de los Ramírez, no solo Julio Cesar Ramírez fue el fundador de los teatros en Ibagué, si no de las empresas eléctricas, por el simple hecho que se necesitaba para proyectar cine unas lámparas muy potentes que eran encendidas por unos carbones de luz, pero la luz en Ibagué, que se llamaba la Luz Municipal en aquella época era de muy baja potencia, la cual no abastecía la intensidad requerida para proyectar, como resultado a esto el pionero del cine decidió unirse con el reconocido doctor Laserna y crearon la empresa que hoy en día se llama Enertolima, entonces se debe reconocer el fundamental papel de Julio Cesar Ramírez, que además fue uno de los que trajeron el primer radio a Ibagué, él modifico y dio apertura a un nuevo mundo del cual Ibagué no conocía, intentaba ponerlo al mismo nivel de otros países o ciudades como Estados Unidos o Bogotá, no solo contribuyo en la industria del séptimo arte, sino en otros aspectos que hacían que Ibague dejara de ser un pueblito mas y se convirtiera en una ciudad.

 

Otros de los aspectos a resaltar en cuanto al cine en Ibagué, fueron aquellos escenarios que rivalizaban de cierta manera el mercado de cine con los Ramírez, el caso más representativo es del Teatro Torres, que dio su apertura aproximadamente en 1940, que compartía cine cultural en el cual promocionaba la película pero esta no producía lo necesario para generar sostenibilidad a un teatro, entonces el Gobernador o Alcalde encargado notan si en vez de generar el recaudo esperado solo ocasiona pérdidas, se ven obligados a dar un giro, un cambio a la administración, por lo tanto esa rivalidad de reproducir las mismas películas que se proyectaban en los paraísos de los Ramírez, se presenciaba una cierta discordia entre el Teatro Torres o el Tolima con la cadena de cinemas de los Ramírez, Según el periódico el Cronista en el años 1975, la Casa de la Cultura- Cine arte en conjunto con el teatro Tolima, ofrecían a los ibaguereños a ser parte de los beneficiados que por un precio asequible podrían ver películas, que por contenido sexual eran vetadas en Ibagué. No obstante no obtuvo el reconocimiento de Cinema, de esta manera actualmente funciona de la manera adecuada, el teatro Tolima es la única y perfecta sala cultural, para espectáculos, visitas de reconocidos artistas, conferencistas, eventos propios de la región o más bien del folclor, obras de teatro entre otras presentaciones artísticas que promueven el teatro y que de verdad comparte el sentir cultural que puede dar este teatro al público.

 

Cada relato y palabras que se ubican en este reportaje es el producto y la reconstrucción del comienzo del cine en Ibagué, iniciado gracias al esfuerzo e inversión de una familia, que localmente era símbolo de la cultura y de la industria del séptimo arte, los Ramírez, que desde un muy rustico invento para proyectar un cortometraje sobre una gran sábana blanca, pasaron a ser dueños de seis teatros que eran focos de la cotidianidad de los ibaguereños que a medidos de los años 50 llegarían a la cúspide del éxito. Aunque muchos pensaron que la llegada del DVD y de las películas por internet iba a condenar al olvido los antiguos cinemas, reitero, el cine se ha adecuado conforme pasa el tiempo y por lo visto nunca pasara a ser el segundo plano si de cultura, arte, y entretenimiento se habla. En resumen, el teatro contribuyo al desarrollo cultural y social, ya que este jugó un papel muy importante en su época, y trascendió la barrera del arte inentendible para volverse un boca boca y la diversión de los ibaguereños.

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